miércoles, mayo 17, 2006

RAUL Y SU CLUB

He conocido, como muchos, la música en directo que nos ofrecían las calidas noches de verano en el Club Raúl, fue allí quizás cuando di o me dieron el primer beso, mis aventuras de adolescente con aires de gentleman y mis bailes, que sin duda si hoy los viera, me parecerían ridículos.

Recuerdo el olor verde de sus palmeras, y la brisa, que a veces, refrescaba más de la cuenta y había que echar mano del chalequito o de la cintura de la que revolvía las mariposas en nuestro estomago.

Pero hoy, no quiero hablar de ese Club que ha muerto como los mitos, joven y por accidente. Hoy me toca hablar de otro, mucho más intimo y cercano, con otra música aunque también en directo. Melodías de mar y agua salada, de rompientes y de crujidos que añoran maderas de barquillas viejas, pero valientes.

Un club, que tiene pocos socios, pero que no cierra las puertas a nadie, que se excede en barricas de libertad y tolerancia, que ilumina la mirada del amigo con una sonrisa sincera, y con más elegancia si cabe, que el vuelo alegre y cadencioso de las gaviotas que no le quitan ojo de encima.

Ese es mi Club, Sencillo pero sin miserias, abierto pero selecto, con alma pero dispuesto a romper aquellas que lo desprecien.

Ya ven, se repite ahora la historia, hace demasiados años un emblema de la cultura de nuestro pueblo es derribado y yace sobre una urbanización cualquiera, y mi club el de Raúl, imagen eterna de nuestra playa, barco marinero varado en tierra, pronto verá como una escabadora lo convierte en un paseo marítimo, cuna de botellones del turismo juvenil veraniego.

No obstante, me siento orgulloso de pertenecer al Club de Raúl de aprender de su filosofía que le obliga a estar cada día más joven.

El Club de su persona, que…creanmé, no conseguirá derrumbar nadie.

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