martes, agosto 22, 2006

Flamenco y Flamenquito


Resonaron ese día los ecos causantes de los “soníos negros”. Manuel Torre se desgañitaba dejando el alma en un “quejío” por seguiríyas, el más doloroso y triste, la sentencia más “jonda” de angustia, la desesperación a compás de llanto.
Todos sabían del fatídico accidente. El hijo del cantaor Jerezano, había fallecido, la parca vino a buscarle antes de tiempo, y el bueno de “Manué” no resistió el envite de ese toro tan negro que es la muerte. Cogió a su burrillo y campo a través fue cantado con la quejumbre errante y misteriosa de los flamencos cabales.

Esta es una de las leyendas del arte flamenco, su idiosincrasia parte de la pasión hecha carne de un sentimiento, de la rebeldía de un pueblo perseguido, de la magia de unos brazos al viento que simulan palomas de paz y libertad. Su legado es transmitido de padres a hijos, de muertos a vivos, es sagrado, porque intocable es su verdadero sentido.

Desde Montoya a Paco de Lucía, desde Silverio a Enrique Morente, desde Carmen Amaya a Eva La hierbabuena, todos y cada uno de ellos, han sufrido en el espacio interior de su propia vida, el dolor de amar, esencia melancólica de nuestro arte.

Lo demás, lo sucedáneo, sin sabor e insípido, plastificado y sellado con el tampón de lo pasajero, es la prueba refutada del todo vale, desaparecerá sin duda, la copia jamás venció al producto original. Ese de Smash, Triana, Alameda y más cercano Los Ketama o Pata Negra, ellos investigaron en la raíces que entroncaban en el ambiente más flamenco de sus épocas.
Hoy por el contrario los diminutivos dejan claro la escasa calidad, tambien diminuta del resultado: Los Rebujitos, Los Jaleítos, Los Flamenquitos o aquellos que incluso se atreven a promulgar que su fusión con el Hip-Hop es la modernización del flamenco, cuando jamás se han parado a escuchar y mucho menos a sentir ni una música ni la otra.
El culpable según los entendidos, no es otro que el Gran Camarón de la Isla, esto es como culpar a una serpiente del deseo a lo desconocido.

1 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Soneto a Enrique Morente

por Joaquín Sabina


Esa voz que se juega la vida,
esos ojos llenando el vacío,
esos dedos urgando en la herida,
esa liturgia del escalofrío,

ese orgullo que pide disculpas,
ese sentarse para estar erguido,
ese añejo sabor de la pulpa visceral del limón del olvido.


Esa revolución de la amargura,
ese inventario de la mala suerte,
ese tratado de la desmesura,

ese cómo, ese qué, ese hasta cuándo,
ese pulso ganado a la muerte
es Enrique Morente cantando.

sábado, marzo 24, 2007  

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